Historia interna del Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española en el siglo XIX (1817-1899)
ISSN 2696-6336
DRAE (1884), duodécima edición
La décima segunda edición del DRAE, publicada en 1884, supuso un punto de inflexión en la lexicografía académica decimonónica (Azorín 2000; Garriga 2001). Su trascendencia proviene de las modificaciones que se introdujeron y que destacan no solo por su número sino, sobre todo, por su naturaleza, dado que muchos de esos cambios contribuyeron a perfeccionar la técnica lexicográfica de la Institución.
Adiciones y supresiones - Cristina Buenafuentes y Marta Prat
El DRAE (1884), según se señala en el prólogo, incrementa notablemente el número de vocablos respecto a su predecesor. Solo las voces del aumento de la letra A de esta edición (711 formas) suponen la mitad de todo el aumento del DRAE (1817), edición con mayor incorporación de lemas de la lexicografía académica de la primera mitad del siglo XIX.
Es muy significativo el aumento de voces científico-técnicas (véase prólogo), fruto en parte de la colaboración con las Academias de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de Medicina (por ejemplo, cianógeno).
Asimismo, las supresiones son considerables: solo para la letra A ascienden a 350, ya que se eliminan del lemario todos los derivados apreciativos fácilmente formables con los sufijos ‑ito, -illo, -ico, -azo y -ón, así como los superlativos en -ísimo, y se remite a un apéndice en el que figuran las reglas para su formación. Por ejemplo, en el lema múltiple becerrillo, lla, to, ta se suprime becerrito, ta y las formas restantes (becerrilla y becerrillo) se separan en dos lemas diferentes.
Resulta destacable la adición de nuevas acepciones que, posiblemente, está relacionada con la revisión de las definiciones y con el interés de esta edición por engrosar no solo el léxico que atesora sino también el desarrollo de nuevos significados. Lira, por ejemplo, tenía tres acepciones en el DRAE 1869 a las que se añaden, en el DRAE 1884, cuatro acepciones más.
La separación en diferentes acepciones de lo que en el DRAE (1869) era una sola es también frecuente en la duodécima edición e implica el avance en la técnica lexicográfica académica con una mayor exactitud de la descripción semántica, como se aprecia en el vocablo dogma. Esta actuación es bastante sistemática en en los gentilicios (mauritano, na) y en las designaciones de determinados oficios (cestero, ra).
Sin ninguna duda, si comparamos el DRAE (1884) con la edición precedente (DRAE 1869), la duodécima destaca por los siguientes aspectos:
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La incorporación de la etimología,
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el establecimiento de lemas homógrafos,
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la introducción de nuevas marcas y abreviaturas, así como la reformulación de las ya existentes,
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la minuciosa revisión de las definiciones,
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los cambios en la ordenación de las acepciones, y
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el tratamiento del léxico relacionado con América.
Etimología - Enrique Jiménez Ríos
La recuperación de la etimología es uno de los aspectos más distintivos de esta edición (Jiménez Ríos 2008, Clavería 2014, 2016). Esta información había aparecido en el Diccionario de autoridades (véase castaña), tratada, entonces, con el “pulso y moderación que corresponde al peligro de errar y tiene por mas congruente evitar muchas, antes que exponerse à un errór cierto, que justamente se le impugnasse” (Diccionario de autoridades, prólogo).
Al iniciarse las ediciones del diccionario académico en un solo volumen, la etimología se suprimió en beneficio de las correspondencias latinas, presentes también en el primer diccionario de la corporación. No lo dice la Academia, pero en esta eliminación debió pesar ese peligro de errar manifestado en el prólogo del primer diccionario académico.
El desarrollo de la lingüística histórica y comparativa, contemporáneo de esta edición, permite fijar el étimo con seguridad en unas palabras (por ejemplo, castaña) y señalar las dudas sobre su etimología en otras (por ejemplo, soslayo) a través del signo de interrogación, tal y como se expone en el prólogo de la edición.
La etimología ocupa dentro de la entrada un lugar prominente: justo después del lema, antes de cualquier otra información lexicográfica. Con el auxilio de la lingüística histórica se depura la información etimológica; y con su recuperación, se explica el origen y la formación de muchos tecnicismos, como osteología u ostrífero, así como el carácter foráneo de palabras ya existentes en castellano y de otras que había empezado a recibir, como dogre, ensaimada, feldespato o túnel.
Creación de entradas homógrafas - Marta Prat
Una de las consecuencias de la introducción de la etimología es la distinción de entradas homógrafas diferenciadas por esta información (véase cerero, ra). Esta división de lemas basada en el criterio etimológico también da pie al concepto de homógrafo gramatical, lo que supone la separación en lemas diferentes de aquellas unidades léxicas que tienen distinta categoría gramatical (véase haber). En consonancia con esta innovación, se incorpora una entrada para el lema homógrafo, fa.
Las abreviaturas - Emma Gallardo
La duodécima edición entraña una revisión profunda de las abreviaturas utilizadas en el diccionario. En el prólogo se expone que, con el objetivo de mantener el diccionario en un único volumen, fue precisa una revisión y una reducción de los contenidos de la obra. Una de las actuaciones en este sentido consistió en acortar mediante abreviaturas el contenido de las indicaciones que referían al uso gramatical de los vocablos (véase instaurativo, va).
Asimismo, se producen notables y significativos cambios en la adición y supresión de abreviaturas referidas a los distintos ámbitos temáticos (Battaner 1996; Clavería, en prensa), lo cual denota el interés por el léxico de especialidad de esta edición.
También sobresale la atención de la duodécima edición al léxico con marcación estilística y de transición semántica. Se sustituye sistemáticamente la marca met. por fig. (véase enriscar) y se añade la marca fam. (familiar) tanto en acepciones ya existentes como en acepciones nuevas (véase matón).
La definición - Margarita Freixas
En esta edición se producen cambios sustanciales en la forma de las definiciones. Las modificaciones en la redacción tienen como objetivo alcanzar una mayor claridad. Unas veces se recurre a simplificaciones y acortamientos del texto (véase instrucción [3]). Otras veces, la reescritura de la definición logra una mayor precisión (véase linterna mágica).
Las transformaciones son producto de una revisión profunda de los modelos de definición: se sistematizan las fórmulas empleadas y así, por ejemplo, el acto de, el acto ó efecto, la acción ó el efecto se regularizan por acción y efecto (véase beatificación); se aplica a se cambia por aplícase a (bebedero, ra); y lo que pertenece á se sustituye por perteneciente (o relativo) á. Se suprimen también de la definición elementos innecesarios, como pronombres y determinantes al principio de la paráfrasis (lo que y el que) (véase honorario, ria). Finalmente, los ejemplos que ilustran los usos de las acepciones dejan de introducirse con la fórmula “y así se dice” (Blanco y Clavería 2019) y se resaltan con una tipografía especial (véase honor [5]).
América y los americanismos - Gloria Clavería
Aunque los americanismos ya forman parte de la nomenclatura académica desde el Diccionario de autoridades (Malaret 1943, Salvador Rosa 1985, Werner 1983, Romero 1992, Cala Carvajal 2001-2, Fernández Gordillo 2005-6), la duodécima edición entraña un cambio fundamental respecto a la presencia y tratamiento del léxico del otro lado del Atlántico. Este cambio se explica, en parte, por la colaboración de las Academias americanas, reconocida en el propio prólogo de la duodécima edición.
Así, se registran entre las incorporaciones lemas como anaco, arribeño, bochinche, bochinchero o malojo y adición de acepciones como en alcantarilla o mojarra.
Además, en esta edición se regulariza y sistematiza la marcación del léxico de procedencia americana con la inclusión de marcas diatópicas. De esta forma se empiezan a utilizar las abreviaturas Amér. (América), Colom. (Colombia), Chil. (Chile), Ecuad. (Ecuador), Méj. (Méjico), Per. (Perú), pr. Antillas (provincial de las Antillas), pr. Cuba (provincial de Cuba), pr. Filip. (provincial de Filipinas), Venez. (Venezuela). Su introducción comporta reestructuraciones en la definición, pues hasta entonces integraba menciones al uso americano tal como puede observarse en el ejemplo de gachumbo. Asimismo, con la inclusión de la etimología, algunos indoamericanismos incorporan esta información como machote.
En suma, se trata de una edición que marca un antes y un después en la lexicografía académica: su importancia no solo reside en las reformas introducidas y en su modernidad (Garriga 2001), sino en su trascendencia, ya que muchas de las actuaciones que se llevaron a cabo en esta edición perduran en los diccionarios académicos posteriores.
Resultados del proyecto
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CLAVERÍA NADAL, Gloria (en prensa): “El léxico de especialidad en el DRAE 1884: de las Reglas a la tabla de abreviaturas”. Sevilla: Servicio de Publicaciones.
Referencias bibliográficas
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