Historia interna del Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española en el siglo XIX (1817-1899)
ISSN 2696-6336
DRAE (1832), séptima edición
Erica Carriet
La séptima edición del diccionario académico (DRAE 1832) tenía como objetivo fundamental el ahorro de espacio y, por ende, la reducción del volumen de la obra. Es una edición significativa debido principalmente al nuevo aspecto que cobra de forma definitiva el artículo lexicográfico: todas las acepciones se concentran en un único párrafo y se recurre a la doble pleca para poder separarlas y distinguirlas.
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Además de modificar la disposición de la información en el artículo lexicográfico, se producen alteraciones ortográficas en la escritura de los lemas que conllevan cambios de orden en la nomenclatura. Destaca especialmente el proceso de sustitución de la grafía g por j, como sucede con las voces magestad > majestad, parage > paraje, etc. No obstante, pueden localizarse términos que se aceptan con ambas grafías, como gerarquía/jerarquía o page/paje; por otro lado, aparecen vocablos que siguen conservando la grafía g, como gefe o gengibre.
Al margen de estas cuestiones, el DRAE 1832 se considera una edición basada en la corrección de la anterior (DRAE 1822) y poco relevante en cuanto al ámbito del incremento léxico. El número de adiciones es inferior al de la sexta edición (un total de 381 formas nuevas frente a las 513 de la edición de 1822). Dentro del aumento, el grupo de voces que más predomina son los diminutivos (un total de 68; entre los que se encuentran formas añadidas a un lema ya existente —como bodegoncito o papelico— o lemas que aumentan la nomenclatura —como roblecillo o trocico, llo, to—). Tras las voces diminutivas, se distinguen los adjetivos denominales, como por ejemplo las voces formadas con el sufijo –ico/a: algebraico, ca; demagógico; holosérico, ca; mineralógico, ca; etc. En cuanto a la tipología de voces, y manteniéndose las directrices de la edición de 1817, los vocablos de historia natural (arroaz, milpiés, rododafne, quistidos, etc.) y las portadoras de marca diatécnica son las que incrementan en mayor medida el caudal léxico en la séptima edición. Del mismo modo que las dos ediciones anteriores (DRAE 1817 y 1822), la especialidad con marca diatécnica que despunta es la naútica (desarrumar [S], escora [S], recalada, etc.). Por otro lado, también se insertan voces arcaicas (conyugado, da; refeccionar; rodano, na…), dialectales (azarollo, sangüesa…) y familiares (chapurrar, emborrachamiento…), pero la cifra introducida de estas es muy poco significativa. Existen otro tipo de incorporaciones, como el grupo léxico de las profesiones u oficios (algunos ejemplos son aereonauta ó aeronauta, litógrafo, sajador y veterinario), el conjunto de nombres propios de persona (Bela, Fruela, etc.) y los apellidos patronímicos con sufijo –ez (Gutierrez, Nuñez, Romanez, etc.).
Dentro del conjunto de ediciones de la primera mitad del siglo XIX, la edición de 1832 es la que posee la cifra más elevada de formas que se han suprimido de la nomenclatura. Los participios regulares (devastado/da, escandalizado/ da, sobresaltado/da, trasmitido/da, zumbado/da, etc.) representan aproximadamente el 85 % del total de las supresiones que se llevan a cabo. Asimismo, destacan los adverbios en –mente derivados de superlativos (bellísimamente, comodísimamente, injustísimamente, violentísimamente, etc.) y formas antiguas como alimpiadero, ra; blanquecion; calonia y reñon.
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Por último, en referencia a la información ofrecida por el artículo y, en la misma línea que la edición de 1822, se ha detectado una tendencia a reducir la definición de carácter enciclopédico correspondiente a las voces de historia natural (véanse los artículos de marmota, murciélago, oro [1], quebrantahuesos, etc.). Además, se observan ciertas correcciones en la parte de la definición que consisten en la rectificación de errores en la concordancia de género, el uso de preposiciones, etc.
En definitiva, la considerable cifra de supresiones respecto al aumento evidencia que el propósito principal del DRAE 1832 fue la exclusión de voces y la enmienda tomando como base la anterior edición. Por otra parte, la publicación de esta edición puede considerarse relevante para la tradición lexicográfica de la Academia, pues la estructura que adoptan todos los artículos en el DRAE 1832 es muy parecida a la de las ediciones más modernas.
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Los resultados de la investigación sobre esta edición del DRAE se encuentran desarrollados en
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​CARRIET VALIENTE, Erica (2017): «La lexicografía académica de la primera mitad del siglo XIX: el aumento de voces en la séptima edición del diccionario (DRAE 1832)». Trabajo de fin de grado inédito.